lunes, 14 de abril de 2008

El maestro Yang

El maestro Yang llegó al Perú a fines de la década de los ochentas y compró el año 1989 una casa en la cuadra doce de la avenida Canadá, con el fin de remodelarla e implementar un restaurante. Él había escuchado hablar de mi y llegó de visita a una casa donde vivían unos jóvenes chinos a los que yo les daba clases de español. El maestro llegó de visita justo a la hora en que terminábamos la clase, para así no interrumpir y pedirme que lo visite en su casa pues deseaba que le diera clases de español a su esposa.

Cuando fui a visitar al maestro Yang a su casa, recién la acababan de comprar y todavía no realizaban la remodelación. Lo primero que me dijo fue: "Profesor, yo no soy un campesino, en mi familia respetamos mucho a los profesores, por favor dígame directamente cuánto desea cobrar, yo le pagaré". Así fue como cerramos el trato y yo acudía tres veces por semana a su domicilio para enseñarle español a la señora, quien era tusán de Indonesia, por lo que aprendía el español con bastante facilidad, puesto que ya hablaba tres idiomas.

Las clases duraron unos tres meses, luego de lo cual el maestro Yang se excusó, pues debía viajar a Hong Kong junto con su cocinero para la adquisición de todos los equipos para implementar el chifa (restaurante chino). Luego de unos meses lo visité cuando ya estaba trabajando el chifa y pude comprobar una vez más su divertida forma de presentar su formación familiar: "Profesor, yo no soy ningún campesino, usted puede entrar en cualquier momento a la cocina de mi chifa y siempre la encontrará limpia".

Fue en ese entonces cuando comenzó a hablarme acerca del feng shui y la lectura de rostro. El maestro Yang tenía gran experiencia en la lectura de rostro y había leído a deceneas de miles de personas en todos los países donde había vivido. Conocía Colombia, Venezuela, Estados Unidos, Argentina y muchos otros países; había tenido un negocio de cría de langostinos o camarones en Venezuela durante diez años, pero cuando la situación económica se puso crítica, decidió venir al Perú y se instaló en la avenida Canadá, en los límites de uno de los distritos más tradicionales y antiguos de nuestra ciudad.

Era una época de constantes apagones eléctricos y de cortes de agua, por lo que el maestro hizo construir una cisterna muy grande, además de traer de Hong Kong un grupo electrógeno (generador) silencioso, lo cual hacía que con frecuencia se acercaran de las oficinas vecinas para preguntarle dónde lo había comprado. Él siempre estaba orgulloso de la forma cómo llevaba su pequeño restaurante y en verdad lo hacía muy bien, con mucho esmero y atención personalizada a los clientes.

Uno llegaba de visita y él se encontraba leyendo el periódico en la pequeña sala de espera, entonces apenas se abría la puerta automática, se levantaba y saludaba al recién llegado, fuera conocido o desconocido. Si era una persona desconocida, le daba la bienvenida y llamaba a un mozo para que lo acompañe a una mesa y atienda su pedido, si era conocido lo acompañaba personalmente.

Fueron muchas las agradables tardes que pasé en ese lugar, gozando de la tertulia de un personaje divertido, así era como lo describían sus mismos paisanos. El maestro Yang hablaba siempre de temas variados y las ideas aparecían en su mente en forma casi atropellada, además que hablaba con un acento cantonés del que usaban los antiguos, es decir que como desde muy niño se crió en las colonias chinas de Singapur y Malasia, hablaba el dialecto con formas ya no usadas en la ciudad de Guang Zhou en nuestra época, esto hacía que escucharlo sonara divertido a los chinos de mi edad, ya que era como escuchar hablar en gótico :)

Sin embargo, era una persona muy correcta; formado en la doctrina Hinayana, nunca regateaba un consejo y si percibía algo en una persona se lo decía, pero siempre para hacerle una recomendación.

En una oportunidad llegó de visita mi hermano Mario y cuando estábamos caminando por Lima le dije: "Vamos a visitar a un amigo chino que tiene su chifa en Canadá", a lo cual mi hermano asintió sin hacerse de rogar :) una vez que llegamos allá, el maestro salió a recibirnos e inmediatamente comenzó a tratar a mi hermano en forma muy familiar, pero con respeto, diciéndole: "Oiga señor, ¿qué negocio tiene usted?". Yo le dije: "Es mi hermano" y el contestó: "Claro, yo lo sé" y volviéndose a mi hermano le dijo: "Usted todo bueno, negocio bueno, matrimonio bueno, salud bueno, todo bueno, ¿qué negocio tiene?" Y mi hermano le dijo: "No tengo negocio, sólo trabajo". Seguidamente el maestro le dijo: "Todo le va muy bien, porque usted tiene un lunar aquí, eso es signo de mucha suerte" y le señaló una parte del vientre.

Luego de pasar un par de horas conversando con el maestro, cuando nos retiramos de su local, mi hermano me preguntó: "Y él, ¿cómo sabe que yo tengo un lunar aquí?" Por lo que le expliqué que se trataba de una correspondencia entre signos de diferentes partes del cuerpo, si tenía alguna marca particular en el rostro, el maestro sabía en qué parte del cuerpo se encontraba la marca correspondiente.

Luego de frecuentar durante un tiempo al maestro Yang, él un buen día me dijo: "Hok Wha, te voy a enseñar feng shui, muchos chinos quieren que les enseñe, pero ninguno de ellos va a aprender, tú si vas a aprender, por eso te voy a enseñar, hoy voy a ir a ver el chifa de un paisano, vamos para que aprendas". Fue de esa manera como comencé a aprender los primeros rudimentos de este arte, llevado de la mano por este personaje tan pintoresco y versado en la cultura china tradicional.

El maestro Yang basaba su habilidad en la lectura de rostro y buscaba los lugares de la casa que tenían relación con los aspectos que leía en los rostros de los consultantes. Su forma de leer el rostro era muy particular y divertida. En una ocasión, cuando fui a visitarlo me dijo: "Hok Wha, el otro día vino una paisana, esa mujer tiene muy mal carácter. Me preguntó si leía el rostro y le dije que sí, me preguntó cuánto cobraba y le dije que cincuenta dólares, luego me preguntó que si era acertado y le dije que sí, entonces me preguntó que si aceptaba que no me pagara si no acertaba, entonces le dije '¿y si acierto, me pagas trescientos dólares?', la mujer aceptó y yo le dije 'anda al baño y examínate debajo de los vellos púbicos, allí tienes dos lunares, uno de forma tal... y otro de forma tal...'. La mujer se fue al baño y salió diciendo: 'Ni siquiera mi marido sabe que tengo esos lunares', entonces yo le dije: 'Paga, trescientos dólares', la señora pagó y yo comencé la consulta, lloró amargamente porque le hablé de toda su vida, ella ya estaba en el sexto compromiso y no sabía cómo mantener su relación, yo le expliqué que tenía que aprender a controlar su carácter".

El maestro Yang era practicante del budismo en la línea Hinayana, por eso su visión de la vida era muy recta y trataba de ayudar a las personas a través de la consulta. Tenía un aviso en el periódico chino y utilizaba el nombre de Chen Zhen. Eran muchos los chinos que acudían a consulta y tenía él siempre alguna anécdota para contarme cada vez que lo visitaba.

En una ocasión el maestro me recomendó para que preste servicios de traducción a un empresario hongkonés que vendría a Lima sólo por unos días. Al más puro estilo oriental, el maestro me dijo: "Tu dinero está acá, tú no lo conoces a él, ni él te conoce a ti, por lo que él no tiene la confianza de pagar adelantado si no sabe si tu cumplirás o no con el trabajo, tú tampoco puedes confiar en que al final él te pagará, por lo que ya tu dinero lo tengo yo, anda con confianza, que al terminar el último día de trabajo yo te lo daré, hemos quedado en que te pague cien dólares por día, son cuatro días, en total cuatrocientos dólares".

A través de ese empresario me enteré que el maestro Yang pertenecía a una antigua familia de empresarios chinos de la vieja sociedad, los que tuvieron que huir de China por la revolución. También me contó que el grupo económico al que pertenecía el abuelo del maestro Yang, había ayudado al gobierno chino para sus primeras gestiones ante la banca internacional, pues ese grupo no sólo era fuerte, sino que tenía mayor credibilidad ante la banca que el mismo gobierno chino. Entonces comprendí por qué él era una persona tan versada en los textos clásicos y con tanta educación en la cultura china tradicional.

En una ocasión hubo una feria de la Corporación China del Libro en la Sociedad Central de Beneficencia China. En esa oportunidad acudí a la feria en compañía de mi gran amigo Augusto De Cossio, gran aficionado a la cultura china y buen buceador de biblioteca. Entre otros libros que llamaron mi atención, vi uno que se titulaba: "Domine cien aspectos acerca del I Ching", libro que compré de inmediato. Luego de la feria, fui a visitar al maestro Yang, quien apenas vio el libro que tenía en mis manos me dijo: "Hok Wha, el I Ching no se aprende con libro, si tú aprendes el I Ching con libro yo te regalo mi chifa. Te doy un año, si tú aprendes con libro, te regalo mi chifa, mira, mi chifa vale cincuenta mil dólares". Entonces yo le dije: "Maestro, no dudo que el I Ching se tenga que estudiar con un maestro, ni tampoco es mi intención aprenderlo solo, pero como yo soy extranjero y no conozco bien el idioma chino, necesito leer acerca del I Ching en chino, para poder entender por lo menos el idioma y así cuando pueda encontrar un maestro que me enseñe, por lo menos pueda entender lo que me está hablando". Luego de mi explicación, el maestro me dijo: "Tienes razón, sigue leyendo y cuando encuentres algo que no entiendas me preguntas, yo te explicaré". Y esa misma noche comenzó a enseñarme acerca del I Ching, hablando primero de los maestros que conoció y sus habilidades en el arte de la adivinación.

Hace ya más de diez años que falleció el maestro Yang, pero siempre lo llevo en el recuerdo, al igual que a todos mis maestros que ya nos dejaron; es cierto lo que dice Laozi: "Morir pero no ser olvidado es vivir eternamente".

Joseph Cruz Soriano
Centro Tian Long Tan
Astrología China, Feng Shui y Oráculos Tradicionales
www.tianlongtan.com