miércoles, 25 de junio de 2008

Caligrafía China, el vestido del alma

Tuve oportunidad de tener el primer contacto con la escritura china a través del maestro Sakaguchi Seichiro, quien fue pintor aficionado en su juventud y escribía los caracteres chinos, llamados por ellos kanji, con gran pulcritud, lo cual producía en mi una satisfacción muy particular, cuando veía en la puerta del gimansio del maestro los caracteres en trazos tan estilizados. Sin embargo, siguiendo la costumbre japonesa, el maestro comenzó a enseñarme los kana, con lo que mi primera lección fue aprender a escribir mi nombre en katakana. Era divertido estudiar con un hombre sesenta años mayor que yo, sentía siempre que las palabras del maestro estaban llenas de sabiduría y trataba de aprender con dedicación los métodos que él me transmitía, tanto en la meditación como en las artes marciales.

Pero no fue sino hasta que conocí al maestro Félix Tong que por fin experimenté la sensación tan particular que sólo se puede sentir al ver como un experto maneja el pincel de caligrafía. El maestro estaba convocando a un nuevo curso de idioma chino y llevó sus utensilios para escribir un pequeño letrero. El secretario del Centro Cultural Peruano Chino, señor Manuel Chau, nos acompañaba en ese momento e iba haciendo comentarios con el maestro, por lo que supimos que también tenía una muy buena base en idioma chino, a pesar de que manifestaba estar perdiendo el uso del idioma por la falta de práctica.

En ese momento tan especial, recuerdo que el movimiento del pincel ejerció una atracción mágica en mi, me parecía algo maravilloso e indescriptible la manera en que el pincel iba cambiando de forma para hacer los diferentes trazos, llevando un recto, formando una esquina y retirándose delicadamente para hacer una cola que parecía un machete o sable. Luego de terminar el letrero, el maestro recogió sus utensilios y como acostumbraba hacer, me llevó en su auto hasta el centro de la ciudad para que pudiera tomar el colectivo de regreso a mi villa, mientras íbamos conversando en el camino.

Yo le pregunté acerca de la caligrafía y el maestro dijo: "Mi letra es de la dinastía Han", a lo que yo pregunté: "¿Se puede aprender? y el mastro expresó: "No sé si será bueno.... Pero primero tiene que tener pincel".

Entendía que la preocupación del maestro era en el sentido de si la caligrafía sería o no útil en mi vida práctica. Aunque él era gran amante de la cultura china tradicional, en esa época la difusión de la cultura china era mínima y no se concebía que alguien pudiera tener una carrera en el estudio del idioma chino, menos aún en la caligrafía.

Pero dispuesto a aprender, apenas tuve oportunidad, visité a mi maestro de kung fue en la villa y comenté que mi profesor de chino me enseñaría caligrafía si conseguía un pincel, a lo que la esposa del maestro dijo: "Creo que en la tienda hay pinceles de mi papá, voy a ver". Y ni corta ni perezosa, fue hasta el hotel de su familia, que quedaba a dos cuadras de distancia y vino trayéndome dos pinceles, uno de ellos de estreno, con los que me inicié en la práctica de la caligrafía.

Había visto a mi maestro disolver la tinta china tradicional en barra (mo en chino, sumi en japonés) y ya tenía idea de cómo era el proceso, por lo que al día siguiente de obtener los pinceles viajé de inmediato a Lima y llegué al barrio chino preguntando dónde podía comprar la tinta en barra. La gente me atendió con mucha amabilidad, sobre todo porque algunos me conocían como alumno del maestro Tong, por lo que llegué a un gran almacén que en esos días se encontraba ya en liquidación, justamente se llamaba "José Tong" y es allí donde adquirí mis barras de tinta; sabiendo que el almacén ya estaba en liquidación y que no encontraría tinta en ningún otro lugar, compré toda la existencia, por suerte los precios eran muy económicos, por lo que no tuve problema en hacerlo.

Luego de eso, regresé a casa y pasé varios días haciendo mis tareas del curso de idioma chino, pero esta vez escribiendo los caracteres con el pincel (en cantonés mou pat, mandarín mao bi, japonés fude) y cuando llegó el día de clase le entregué mi tarea escrita con pincel al maestro, quien se detuvo a observar los caracteres y sólo se limitó a decir: "Muy interesante".

A la semana siguiente el maestro me trajo una copia de un manual de caligrafía. En las páginas que me había copiado, aparecían unos trazos con sus nombres en chino y él fue describiéndolos uno a uno, de la siguiente manera: "¿Ves este trazo en que sale una cola como cola de ratón? Se llama 'cola de ratón'. ¿Ves este trazo que se dobla como si estuviera vencido por el peso, tal como si estuviera cargando leña? Se llama 'cargando leña'. Ves este trazo en que los extremos se agrandan como si fueran rodillas de grulla? Se llama 'rodilla de grulla'. ¿Ves este trazo en que la curva se adelgaza y queda como una cintura de avispa? Se llama 'cintura de avispa'".

Así, mientras el maestro iba describiendo los trazos y yo iba viendo como todas estas vívidas descripciones, tales como "madera rota" y "cola de ratón" iban coincidiendo con mis magistrales trazos del pincel, me iba poniendo cada vez más contento, hasta que el maestro concluyó diciendo: "Todo esto es lo que no se debe hacer, ponga atención en no hacer esto y continúe con su práctica".

Una de las cosas que aprendí en ese momento es que los chinos son poéticos hasta para ponerle nombre a las cosas malas. Pero eso no me desanimó para nada en mi práctica y comencé a practicar copiando los modelos de letras de los manuales de idioma chino del Instituto de Idiomas de Beijing, los cuales tenían caracteres en un estilo Kai Shu o Normativo, bastante claro y fácil de copiar. El maestro observaba mi letra cada cierto tiempo y me hacía alguna observación con respecto al eje que debían seguir los caracteres y conceptos como el centro y el equilibrio.

Luego de un año fue que recién el maestro me dijo que traiga mis implementos para verme escribir y darme una enseñanza más directa, la cual consistió en corregir mi postura al tomar el pincel, así como en iniciarme en su estilo de caligrafía personal, el cual era el Li Shu o Caligrafía de los Escribas, en el que predomina el contraste de la línea vertical con la horizontal y donde la línea vertical es como una barra de hierro, mientras que la horizontal tiene una ligera onda que se acentúa siempre en un trazo dentro de cada carácter, dándole un toque de elegancia a la letra.

El maestro me prestó su libro para que le saque una copia y a partir de ese momento me convertí en un devoto practicante del Li Shu, teniendo también oportunidad de conocer a otros practicantes de este estilo de caligrafía en nuestra colectividad, aunque la que tenía el mayor nivel era la señorita Wong Laisi, hija del doctor Wong Kamming. Ellos eran de la prefectura de Zhongshan y tuve oportunidad de compartir muchos momentos agradables con ellos mientras intercambiábamos en el aprendizaje de nuestros idiomas. Wong Laisi cuando me conoció me obsequió un pincel dabaiyun de cerdas de venado, el cual era muy adecuado para escribir el estilo Lishu, ya que la cerda dura se prestaba a realizar los trazos estrictos de este estilo. Pero luego mi maestro me dijo que la verdadera maestría estaba en utilizar el pincel blando, ya que el pincel debería tomar la forma que uno deseara darle. El maestro decía: "A los maestros el pincel les obedece, nosotros debemos obedecer al pincel".

Luego de estudiar tres años la caligrafía en el estilo Lishu con el maestro Félix Tong, inicié mis estudios de japonés en el Centro Cultural Peruano Japonés y me enteré de que allí también enseñaban caligrafía. Una vez que supe el horario, me acerqué para observar la clase y me paré en la puerta trasera del aula observando cómo escribía una alumna. La clase era en idioma japonés y todos los alumnos eran nikkei, algunos de ellos eran profesores de japonés del mismo instituto.

La señora que estaba más cerca a la puerta estaba escribiendo el número cuatro, pero la esquina le salía como un hombro caído, yo conocía ya estas alegorías por mi maestro y tratando de no hacer ruido le explicaba cómo debía mover el pincel para hacer bien la esquina. La señora trababa pero no lo podía hacer y finalmente me dijo: "A ver hazlo tú" y yo ni corto ni perezoso me senté en su lugar y tomé su pincel, haciendo la esquina en la manera como me parecía que ella la debía hacer, sin darme cuenta que la maestra había venido en silencio y se había colocado detrás de mi para observar cómo hacía el trazo, por lo que cuando terminé, me dijo: "Muy bien".

Entonces aproveché para conversar con ella y preguntarle acerca de las clases. La maestra me contó que ella también practicaba el estilo Lishu y que todos los días le dedicaba un tiempo a ese estilo, por lo que cuando comencé a asistir a las clases, ella supo muy bien como orientarme para poder aprender a escribir el Kai Shu (en japonés Kaisho) a la manera japonesa. Ella me explicaba cómo era la entrada del pincel en Li Shu (en japonés Reisho) y la diferencia con el Kai Shu, de modo que al cabo de tres meses ya era uno de los alumnos más avanzados del grupo, pero esta diferencia se hizo mucho más notable cuando comenzamos a estudiar la escritura corrida o Xing Shu (en japonés Gyosho), ya que en este estilo el pincel debería girar y yo por el Li Shu ya tenía la costumbre de girar la muñeca, de tal manera que las señoras nikkei que estudiaban en nuestro grupo se paraban a observar mis ejercicios y comentaban: "Le obedece". Debido a la enseñanza de mi maestro ya podía comprender qué era lo que ellas querían decir y les decía repitiendo las palabras de mi maestro: "A los grandes maestros el pincel les obedece, nosotros sólo debemos aprender a obedecer al pincel, no luchar contra él sino seguirlo para así poder lograr los trazos".

La maestra de caligrafía del Cultural Peruano Japonés se llamaba Hayashi Shizuko y llegó al Perú acompañando a su esposo que había sido destacado como director del Nihongo Koshukai o escuela de idioma japonés del Centro Cultural. Cuando estuve en Japón tuve oportunidad de saber que ella era una gran maestra de caligrafía considerada en los círculos de calígrafos de Japón como una maestra de alto nivel.

Luego tuve oportunidad de estudiar con el maestro Guan Shilian, quien vino al Perú para enseñar el idioma chino en la Universidad Católica. Con el profesor Guan estudié el chino mandarín y también tuve oportunidad de aprender la caligrafía en las visitas a su casa, donde me ayudó a conocer las pautas exactas que tiene el sistema chino para la distribución del espacio y el equilibrio en el sistema Kai Shu que el practicaba, que era el de Liu Gong Quan, en donde el equilibrio se da con un centro forzado y sensación de movimiento de las letras, completamente al Kaisho de los japoneses, que buscan una letra estable en base a la horizontalidad del trazo inferior del carácter.

También estudié en Japón con el maestro Kamiya Gazan, quien al enterarse de que yo hacía caligrafía china, me puso a practicar modelos de caracteres chinos al estilo chino y aunque nunca corrigió mi entrada y salida de pincel, ya que él sabía que yo lo hacía al estilo chino original de los modelos que él me hacía practicar, sí tuvo gran dedicación y paciencia en ayudarme a estabilizar el centro de equilibrio y definir las distancias de los trazos.

Todas las enseñanzas de mis maestros las puse en práctica en diferentes oportunidades y recuerdo que cuando el sensei Abe, décimo dan de aikido y maestro de caligrafía, llegó a nuestro país con motivo de las celebraciones del centenario de la migración japonesa al Perú, al final de la demostración, cuando invitaron al público a probar de hacer algunos caracteres con los pinceles del maestro, esperé a que todos hubieran escrito para recién pedir mi oportunidad. Ya ellos se disponían a guardar sus implementos, pero yo no deseaba escribir antes que cualquier persona mayor, por lo que sólo cuando estuve seguro de que nadie más saldría recién pedí hacerlo.

Utilicé el pincel grande y tomé la postura de kibadashi o jinete para escribir un carácter de ochenta centímetros. Escogí el carácter "Sho" (Shu), escritura o caligrafía y lo hice en estilo corrido (Xing Shu o Gyosho). Cuando terminé de escribir el carácter, pude percibir en la mirada de Abe sensei la misma fuerza y serenidad que tenía el maestro Sakaguchi Seichiro, lo cual me hizo sentir algo muy familiar. El maestro me miró fijamente a los ojos y me dijo: "Umai" (diestro). Entonces pude compartir un momento tan especial con un maestro como él, sólo unos segundos, pero que dejan un recuerdo para toda la vida.

La caligrafía es un arte de paciencia en el que se moldea el alma. El maestro Guan Shilian contaba una historia en la que se hablaba de un joven apasionado de la caligrafía que estaba deseoso de aprender con un gran maestro. Cuando ese maestro estuvo de paso por su villa, el joven le pidió que lo tomara como discípulo, por lo que el maestro le dijo: "El que estudia conmigo debe usar mi papel, que es un papel especial y muy fino, es muy costoso. Si tú pagas xxmil monedas de oro, te venderé el papel para tus prácticas".

El joven convenció a sus padres para que obtuvieran este dinero y le pagaran al maestro, el cual una vez recibida la suma le entregó el preciado papel al discípulo y continúo su viaje dejando las instrucciones para la práctica.

El joven practicaba con intensidad y cada cierto tiempo intentaba escribir en el papel del maestro, pero antes de que el pincel toque el papel, desistía y continuaba su práctica en cualquier papel común para no mancillar el valioso papel del maestro, esperando así hasta estar mejor preparado.

Así pasaron dos años y el famoso maestro volvió a pasar por el pueblo, cuando el joven se enteró, lo buscó inmediatamente y el maestro vio sus trabajos, luego de lo cual le dijo: "El papel que yo te di era un papel cualquiera, aquí está tu dinero, lo único que necesitabas era concentrarte debidamente en tu práctica, ahora que ya lo has hecho, ya te has convertido en todo un calígrafo".

Es importante buscar buenos maestros para que a través de la práctica nos transmitan las virtudes. El ejercicio del trazo no es sólo una práctica gráfica, sino que a través de los caracteres se refleja el mundo interior del calígrafo, de tal manera que cuando copiamos la letra de un maestro para aprender, también tenemos influencia de su mundo interno en el nuestro.

Félix Tong decía que "la caligrafía es el vestido del alma" y tenía como base para la enseñanza unos modelos de letras de una estela de piedra de la dinastía Han que tenía como nombre "Li Qi Bei", Estella del Instrumento de la Etica. Decía el maestro que el texto que se tomó para escribir los caracteres que servirían como modelo para que los estudiantes practiquen, era una tesis en la que se decía que el objetivo de la vida del hombre era servir a la ética, de modo que la práctica tenía un mensaje, muy propio del mensaje personal del maestro, quien siempre decía: "Me llamo Zheng (correcto) y Zheng tengo que ser".

Joseph Cruz Soriano
Centro Tian Long Tan
Astrología China, Feng Shui y Oráculos Tradicionales
http://www.tianlongtan.com/