jueves, 7 de mayo de 2009

Sakaguchi Seichiro Sensei

Cuando era niño vivía en una pequeña ciudad de treinta seis mil habitantes en la que los pobladores de la zona céntrica nos conocíamos casi todos y las personas tenían una relación bastante cordial. Eran tres los colegios principales y de más larga historia, siendo que la mayoría de las familias conocidas tenían a sus hijos en uno de ellos.

Al interesarme por las artes marciales tuve que ir a una academia en la ciudad, en la que estudie karate por unos meses y pasado el verano deseaba continuar con la práctica, por lo que mi madre decidió averiguar si en nuestra pequeña localidad existía o no algún gimnasio y fue a visitar a su amiga Jesús Umino, que trabajaba en el Bazar Antiguo, de propiedad de don Guillermo Tairaku; la señorita Umino le contó a mi madre que el suegro del señor Tairaku era maestro de artes marciales y se lo presentó, por lo que luego mi madre me llevó donde el maestro, el que había ya aceptado enseñarme.

Sakaguchi sensei era maestro de aikido y fue alumno del legendario maestro Ueshiba Morihei, sistematizador del aikido moderno, por lo que tenía correspondencia espistolar con el hijo del maestro y comentaba con él acerca del desarrollo del aikido en nuestro medio. Cuando lo conocí no tenía otros alumnos, sólo un joven de nombre Juan que al poco tiempo que llegué interrumpió su práctica y no volví a saber más de él. Entonces tenía al maestro para mi solo y las clases que originalmente eran los lunes miércoles y viernes de cuatro a seis de la tarde se fueron convirtiendo en sesiones de lunes a sábado de tres de la tarde a siete de la noche; cuando teníamos una meditación muy larga, la clase se podía prolongar hasta las ocho y media de la noche, por lo que pasé bastantes horas aprendiendo del maestro y conversando de muchos temas de común interés.

Él fue el primero que me leyó la mano y me dijo algo muy interesante, que luego de muchos años recién comprendí; me dijo que no me iba a casar muy joven y en ese momento pensé "eso quiere decir que no me casaré a los dieciocho años". Ahora sé que se refería a otro tipo de parámetro cuando decía "joven"; por supuesto, era el parámetro de una persona mayor que tenía sesenta años más de edad que yo.

El maestro era aficionado a la caligrafía y en Japón se había dedicado también a la pintura, por lo que era una persona de cultura más que mediana y se preocupó de enseñarme a escribir los kanas o primer sistema de escritura que aprenden los estudiantes de idioma japonés. A mi me maravillaba ver su letra en los avisos de la academia y me sentía muy orgulloso de tener un maestro que escribiera de una forma tan artística; pienso que fue por él que tuve luego la inclinación a la caligrafía, aunque mis estudios formales de caligrafía los realicé muchos años después con el maestro Félix Tong.

Las lecciones de aikido incluían una práctica de meditación que a veces podía ser el contenido principal de la clase, por lo que era común que pasáramos más de media hora o una hora meditando, para recién comenzar a realizar luego los ejercicios de calentamiento propios de la práctica marcial. Cuando dejé de tomar las clases con Sakaguchi sensei para ir a estudiar kung fu en la Sociedad Chung Shan, él tomó nuevos alumnos, pero a ellos no les exigió tanto la práctica de meditación y les enseñó más ejercicios dinámicos; ese grupo fue muy interesante y yo solía visitarlos, sobre todo cuando tenían exhibiciones, porque a veces los presentadores tenían problemas para leer los nombres en japonés de los textos de presentación del maestro y de los ejercicios, por lo que yo me prestaba siempre gustoso a realizar la presentación y así mantenía mi vínculo con el grupo a pesar de no practicar ya con ellos.

El trato que se tenía con el sensei era muy familiar y continuó siendo el mismo aún cuando yo tomaba clases ya con otros maestros; recuerdo que un día me encontré con él en la calle a la salida de su casa y el sensei me dijo: "José, voy a cortarme el pelo, ¿vamos?" y yo acepté de buen grado acompañarlo, pero cuando llegamos a la peluquería me di con una sorpresa. El peluquero dijo: "José está con Ojichan" (era el trato familiar que se le daba en el pueblo al maestro, en japonés significa abuelo) y el maestro comentó: "Sí, yo dice a José, José tú corta pelo y como cuando maestro habla alumno obedece, por eso José viene a corta pelo". Así que también me corté el cabello y pasé de ser acompañante de caminata a acompañante de corte.

Hay algo muy especial que debo contar acerca de este gran maestro y es que cuando nos encontrábamos en nuestra sesión de práctica, le mostré un ejercicio que aprendí en el karate y el maestro hizo la prueba de practicarlo, le pareció bueno porque estiraba bien los tendones y lo practicó tan bien (a sus setenta y seis años) que en dos semanas lo estaba dominando. Cuando yo fui a visitarlo y él estaba enseñando a sus nuevos alumnos, ya ese ejercicio formaba parte de su rutina. Es decir que el maestro aceptaba toda enseñanza, sin importar de donde viniera y si era útil la incorporaba en su sistema.

Ojichan no sólo era un personaje querido en nuestra pequeña villa, sino que también fue un hombre muy inquieto; contaba él que cuando era más joven había viajado a la sierra de Ancash y había enseñado a los campesinos de una comunidad cómo sembrar las cebollas. Decía él que cuando regresó luego de unos años a visitar la comunidad, los campesinos lo alzaron en hombros y le hicieron un pequeño homenaje como benefactor del pueblo.

Sakaguchi sensei no sólo tuvo alumnos en nuestra localidad, sino que fue uno de los puntales más importantes para la introducción y difusión del aikido en nuestro país, siendo varios de sus alumnos actualmente instructores muy destacados que difunden esta disciplina, para mi querido maestro y sus alumnos, mi saludo en este modesto espacio, que donde quiera que el maestro se encuentre ahora, su luz ilumine nuestras vidas y podamos continuar inspirados en su ejemplo.

Joseph Cruz Soriano
Centro Tian Long Tan
Astrología China, Feng Shui y Oráculos Tradicionales
www.tianlongtan.com

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